Reseña | «La Nouvelle Vague. Una escuela artística» de Michel Marie

Hace poco le dedicamos una reseña a Cómo hacer una película de Claude Chabrol, uno de los maestros del cine francés del siglo XX. En esta ocasión nos vamos a centrar en una obra que versa sobre la Nouvelle Vague, el movimiento cinematográfico en el que el propio Chabrol militó, primero como crítico de la mítica revista Cahiers du Cinéma y más tarde como director de cine, junto a otras ilustres personalidades como François Truffaut, Jean-Luc Godard, Agnès Varda, Éric Rohmer, Alain Resnais o Jacques Rivette.
Al igual que pasaría una década más tarde con los cineastas norteamericanos del Nuevo Hollywood, el contexto histórico en el que surge la Nouvelle Vague es convulso. Una crisis política se cierra con el colapso de la Cuarta República y la proclamación de la Quinta República Francesa que convierte el gaullismo en la ideología política dominante, la guerra de independencia de Argelia crispó a la sociedad francesa de mediados del siglo XX cuando apareció la Nouvelle Vague. Esta escuela fílmica nace bajo la protección ideológica del crítico de cine y fundados de Cahiers du Cinéma André Bazin y siguiendo la senda marcada por el cineasta Jean-Pierre Melville, además se aprovecharían de las políticas proteccionistas hacia el cine francés del ministro de cultura André Malraux que favorecía a los jóvenes cineastas; este grupo de críticos reconvertidos en directores defensores de la politique de Auteurs, reivindican las figuras de cineastas como Howard Hawks, Alfred Hitchcock o Fritz Lang pero también de los franceses Jean Renoir, Jacques Becker o Robert Bresson; también están influidos por el neorrealismo italiano, el cinéma vérité y surgen como reacción al cinéma de qualité français en boga desde el fin de la II Guerra Mundial y en contra de las superproducciones y de las —a su juicio— acartonadas adaptaciones de los clásicos de la literatura francesa. Abogan por sacar las cámaras de los estudios, filmar en exteriores, de hacer uso de la improvisación a la hora de rodar y proponiendo una nueva dialéctica narrativa que cambiará la historia del cine. Pero la Nouvelle Vague no fue únicamente un movimiento de críticos reconvertidos en directores. Es indudable que sin productores como Pierre Braunberger, Anatole Dauman o Georges de Beauregard, directores de fotografía como Henry Decae y Raoul Coutard, actrices como Jeanne Moreau, Ana Karina y Brigitte Bardot o actores como Jean-Pierre Léaud y Jean-Pierre Belmondo la Nouvelle Vague no hubiera sido lo mismo.
Más de sesenta años después de su aparición la Nouvelle Vague sigue influyendo —para bien o para mal— a los cineastas que los han venido después e incluso algunas de sus tesis como la política de autor está protegida por ley en la Unión Europea. Aunque tampoco hay que olvidar que, aunque el movimiento como tal terminara en 1967 ó 1968 aproximadamente, esta escuela fílmica sigue produciendo apasionados debates entre sus defensores y sus detractores —un ejemplo muy reciente sería el elocuente ¡Me cago en Godard! de Pedro Vallín que rompe una lanza por el cine comercial hollywoodiense y cuestiona el llamado cine de autor europeo— que acusaron, de forma algo revanchista, a la Nouvelle Vague de ser culpable de la crisis del cine europeo y de alejar a los espectadores de los cines. Y es cierto que con demasiada frecuencia se siguen copiando los elementos más discutibles de la Nouvelle Vague —a veces como un burdo recurso para tapar carencias creativas y de talento— pero es igual de cierto que también inspiró a una generación de directores estadounidenses a sacar las cámaras a la calle y a hacer películas con presupuestos modestos para superar la crisis creativa que vivía Hollywood e inyectar savia nueva al cine norteamericano.
En La Nouvelle Vague. Una escuela artística no se dedica a analizar las películas más icónicas de este movimiento como podrían ser Al final de la escapada (À bout de souffle, Jean-Luc Godard, 1960) o Los cuatrocientos golpes (Les Quatre Cents Coups, François Truffaut, 1959), sino que analiza globalmente lo que significó el movimiento en el contexto de su época poniendo el foco en cuestiones técnicas como la producción y distribución de las películas, también pasa revista a las nuevas propuestas temáticas como la juventud que está entrando en la edad adulta, las historias autobiográficas o los triángulos amorosos que coparán las primeras películas de estos cineastas. Pero la síntesis que hace Marie de la Nouvelle Vague en las apenas doscientas páginas de su ensayo es encomiable y a la vez rigurosa. Está muy bien documentado, aportando datos interesantísimos e incluye joyas como algunos extractos de los artículos que Truffaut y compañía publicaron en revistas como Cahiers du Cinéma —por ejemplo el seminal manifiesto «Una cierta tendencia del cine francés» (François Truffaut, 1954) o la famosa máxima «los travellings son un problema moral» de Godard— revelando también algunos pormenores de la génesis de películas que con el correr de los años se han convertido en clásicos ineludibles para los cinéfilos. Todo esto y mucho más convierten a esta obra en una lectura ineludible, siendo un libro técnico pero sin renunciar al entretenimiento, siendo una excusa perfecta para descubrir o revisitar los grandes filmes que forjaron la Nouvelle Vague.
Ficha técnica:
Título original: La Nouvelle Vague. Une école artistique
Autor: Michel MArie.
Traducción: Alicia Martorell Linares.
Editorial: Alianza Editorial.
Año: 2012.
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