Reseña | «Silencio» de Shūsaku Endō
Leer a Shūsaku Endō (1923-1996) es una de las experiencias más enriquecedoras que he tenido como lector. Este novelista nipón, perteneciente a la Tercera Generación de escritores de posguerra japoneses, fue también miembro de la minoría kirishitan o de los cristianos japoneses; este hecho fue capital en su vida ya que ser católico y japonés marcará toda su obra. En sus novelas Endō expone a sus protagonistas a agudos dilemas morales que los llevarán a cuestionarse su labor e incluso al límite psicológico. Esto podemos verlo en algunas obras traducidas al español como El mar y el veneno (海と毒薬, 1954), Cuando silbo (口笛をふく時, 1974) o Escándalo (スキャンダル, 1986). El tema del choque cultural entre el catolicismo y el Japón lo trata en dos novelas históricas muy interesantes como son Silencio (沈黙 , 1966) y El samurái (侍 , 1980), ésta última sobre la Embajada Keichō (慶長使節) enviada a la corte del rey Felipe III de España.
De entre todas las novelas que hemos citado, Silencio es probablemente su obra maestra, y la más famosa a nivel internacional, y fue publicada en 1966 y llegó a ganar el prestigioso Premio Tanizaki, además de todo un éxito en su época, llegando a vender, según la introducción a la versión española, más de dos millones de ejemplares poco después de su publicación, poniendo, además, sobre la mesa viejas polémicas sobre el cristianismo y su difícil relación con el país del sol naciente.
Silencio, la gran novela de los jesuitas en el Japón feudal, es una historia protagonizada por un joven misionero jesuita, Sebastián Rodrigo (inspirado en el jesuita italiano Giuseppe Chiara), quien acompañado de su compañero, Francisco Garrupe, viaja en 1638 al Japón con dos intenciones, dar asistencia a los católicos japoneses e ir en busca de su mentor, el padre Cristóbal Ferreira, que se introdujo en tierras niponas paraa continuar la empresa que empezó San Francisco Javier, y sobre el que corre el rumor de que ha apostatado de su fe católica (Cristóvão Ferreira que en la vida real tras apostatar adoptó el nombre japonés de Chuan Sawano y escribió de un libelo anticristiano llamado La superchería al descubierto). Además de esto, Rodrigo y Garrupe penetran en Japón buscando a los kakure kirishitan (隠れキリシタン) o cristianos ocultos se han quedado sin sacerdotes que les acompañen, ya que en el estas tierras el cristianismo había quedado proscrito desde el año 1587 y era perseguido con tenacidad por las fuerzas del Shogunato, por lo que estos misioneros deberán introducirse de forma clandestina en Japón ya que el gobierno japonés ha cortado toda relación con Portugal por creer que estaban detrás de la rebelión de Shimabara y porque el mar está lleno de naves holandesas e inglesas que cañonean los barcos portugueses y hacen difícil que se aproximen a la costas japonesas. En Macao —enclave de Portugal en China— buscan un barco chino que les lleve a Japón y conocerán a Kichijrō, un cristiano japonés cobarde que quiere volver a su país, que les acompañará por tierras niponas para que puedan encontrar a los cristianos japoneses y a su mentor, el padre Ferreira.
La novela está dividida en un prólogo que pone al lector en contexto y le introduce el relato, le siguen las cuatro epístolas de Sebastián Rodrigo que dan paso a cinco capítulos narrados por un narrador omnisciente, después viene el diario del holandés Jonassen y concluye con el diario de un funcionario de la Residencia Cristiana. Las epístolas del Rodrigo nos muestran sus miedos e inquietudes al embarcarse en esta peligrosa empresa, pero también muestra sin tapujos el desprecio que siente desde el primer momento hacia Kichijirō al que nos describe como un borracho, cobarde y remolón pero también como «un hombre de mirada ladina». Este jesuita a lo largo de la novela oscila entre una fe inquebrantable que le haría sacrificarse por sus semejantes «sería una vergüenza ser infiel a ese servicio solo porque la carne es flaca…» y la duda en su misión. Una vez en Japón descubre como el Shogunato Tokugawa obliga a los sospechosos de ser católicos a pisar un fumie —imágenes de Cristo o la Virgen María— como muestra de desprecio y apostasía, torturando y martirizando a aquellos que se niegan…
Esta novela abarca muchos temas profundos y metafísicos como la estéril empresa de que el cristianismo pueda penetrar en la sociedad japonesa, el número de kirishitan es poco menos del 1% de la población de Japón con algo menos de 500.000 fieles —a pesar de que desde mediados del siglo XIX se levantó la prohibición del cristianismo— y la cifra año tras año va menguando como en otras partes del mundo. También nos habla esta novela del sincretismo religioso que por un error de traducción se produjo entre los cristianos japoneses y que dio lugar a que pensaran que el Dios de los cristianos era el sol. Pero quizás el tema teológico más importante que trata Endō en esta obra es el del silencio de un Dios al que se le habla y se le pide que termine con el sufrimiento de los kirishitan, pero que permanece mudo y parece no escuchar las plegarias, los rezos y los ruegos de sus fieles —al igual que Cristo se preguntó en la cruz «Señor, ¿por qué me has abandonado?»—. Hay también una analogía con el Evangelio, ya que hay personajes que podrían representar un paralelismo con las figuras de Jesucristo, Judas o san Pedro, aunque también de la debilidad del hombre que nos es mostrada constantemente y como la fortaleza va siendo erosionada poco a poco por las torturas, los martirios, por la apostasía del maestro Ferreira o la compasión hasta que la novela, como si de una tragedia griega se tratara, nos lleva al momento catártico que sobrecogerá al lector.
Hasta la fecha ha habido dos adaptaciones al cine de Silencio. La primera dirigida por el cineasta japonés Masahiro Shinoda en 1971 y, más recientemente, por el director estadounidense Martin Scorsese en 2016 —protagonizada por Andrew Garfield, Adam Driver y Liam Neeson en los papeles de Rodrigo, Garrupe y Ferreira respectivamente— y ambas con una hermosa factura, pero sin embargo en estas dos visiones de la obra de Shūsaku Endō he sentido que mientras los actores japoneses estaban muy bien escogidos, los jesuitas no me convencieron en sus papeles ya que, tanto Gardfield como Driver, no me seducen y me dejan bastante fríos—pero esto me pasó también con los jesuitas de la adaptación de Shinoda—, aunque el resultado global de ambas películas me parece notable.
Silencio de Shūsaku Endō es una obra profunda que nos muestra el brutal choque cultural entre el Japón feudal y el catolicismo, que entre muchas otras cosas, llevó al Shogunato Tokugawa, en un intento de tratar de preservar su cultura, a prohibir el cristianismo y a doscientos cincuenta y un años de aislacionismo hasta que en 1854 el Comodoro Perry forzó la apertura al exterior del Japón. Endō compone una obra profundamente espiritual y católica pero cuestionando si el catolicismo tiene cabida en una sociedad tan conservadora y sintoísta, que para más inri nunca ha podido penetrar plenamente en la sociedad nipona como sí ha conseguido hacer en países vecinos como China o la península de Corea. Aquí no encontraremos respuestas a todas las cuestiones místicas que nos plantea Endō ni al dilema moral al que se enfrenta el pater Rodrigo, y eso es lo mejor del asunto, corresponde al lector dar respuesta a estas preguntas y puede que nunca le dé con ella. Una novela que por algunas cuestiones que sobre la fe plantea podría estar perfectamente emparentada con San Manuel Bueno, mártir de Miguel de Unamuno, que hará reflexionar y cuestionarnos los cimientos de la fe de cada uno o, al menos, la idea de Dios. Ya que como decía Unamuno «la fe sin duda es sólo muerte».
Ficha técnica:
Título original: 沈黙 (Chinmoku).
Autor: Shūsaku Endō.
Traducción: Jaime Fernández y José Miguel Vara.
Número de páginas: 256.
Editorial: EDHASA.
Año: 2009.
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