Reseña | «Centauros del desierto» de Alan Le May

El escritor y guionista norteamericano Alan Le May (1899-1964), nacido en Indianápolis (Indiana), en su juventud participó en la I Guerra Mundial y tras graduarse en filosofía por la Universidad de Chicago, se enroló en la Guardia Nacional y, finalmente, publicó su primera novela en 1927. La carrera como escritor de Le May fue prolífica, especializándose en el género western, escribió once novelas (de las cuales cuatro se adaptaron al cine), cinco volúmenes de relatos cortos y una infinidad de relatos no recopilados en ningún tomo, más diecinueve guiones cinematográficos entre los que destacan La policía montada del Canadá (North West Mounted Police, Cecil B. DeMille, 1940), Piratas del mar Caribe (Reap the Wild Wind, Cecil B. DeMille, 1942) o Cheyenne (Raoul Walsh, 1947), incluso llegó a dirigir una película, Fuerte solitario (High Lonesome, 1950). Pero por lo que ha pasado a la posteridad Alan Le May es por haber escrito dos novelas que han sido la materia prima de dos de los mejores westerns de la historia del cine: Centauros del desierto (The Searchers, John Ford, 1956) y Los que no perdonan (The Unforgiven, John Huston, 1960).

Lo primero que es menester reconocer es el acierto, no solo de editar esta novela, sino de cambiar el título original de la novela The Searchers (Los buscadores) y mantener el más poético y evocador Centauros del desierto con que se bautizó en España a la película de John Ford y que casa perfectamente con esta descripción de Amos Edwards y que resume el argumento de la obra: «Mientras miraba a Amos, sentado en su silla como un bloque de granito que, de alguna manera, formaba una sola pieza con su caballo, a Mart Pauley no le cupo ninguna duda de que tener a Amos pisándole a uno los talones debía de ser un asunto bastante mortífero e inexorable, que no culminaba hasta darle muerte».

La trama de la novela es de sobra conocida, mientras Amos Edwards (Ethan en la película), Martin Pauley y otros colonos van en busca de un ganado robado por los comanches, su hermano Henry y su cuñada Martha son masacrados en su granja de Texas y su sobrina Debbie secuestrada por el jefe Cicatriz. A partir de aquí se inicia una búsqueda incansable por todo lo largo y ancho del Oeste para recuperar a Debbie Edwards, primero en forma de expedición de castigo formada por varios de los colonos y más tarde Amos y Martin harán la búsqueda en solitario.

Ésta es una historia de frontera, Le May nos muestra un mundo en el que la cotidianidad de la violencia, las tensas relaciones entre los nativos y los colonos y la agreste geografía de Texas nos hace entender modo de vida, la dureza y la fragilidad de sus protagonistas.  La masacre de la familia Edwards, un episodio más en los enfrentamientos con los comanches, es lo que desencadenará esta obsesiva persecución a lo largo de varios años, provocada el choque de dos culturas incapaces de convivir y entenderse, en el que el mestizaje es uno de los pecados más horribles; a pesar de vivir en una tierra marcada por la violencia entre comanches y colonos, entre tanto desasosiego hay un vano resquicio para la esperanza de que en un futuro lejano se podrá vivir en paz en Texas, aunque sepan que ellos jamás disfrutarán esa paz… Tampoco hay que pensar que Le May otorga el monopolio de la violencia y la crueldad sólo a los comanches, tanto el propio Amos Edwards, el ejército norteamericano, como el resto de los colonos en general, utilizan la misma violencia y crueldad sobre los nativos americanos como la utilizada por los comanches, siendo ésta una espiral que no acabará hasta que tristemente uno de los dos adversarios sea exterminado.

Se ha dicho en mil y una ocasiones, y no sin razón, que Centauros del desierto es la historia de una obsesión, la obsesión de Amos por encontrar a su sobrina Debbie y de vengar la muerte de su familia a manos de los comanches. Pero ésta es también una historia sobre desarraigo, la soledad, de unos inadaptados que toman un modo de vida nómada para escapar de esa primitiva civilización que están formando en la frontera y a la vez anhelar el hogar, pues como Amos le dice a Martin «Cuanto más tiempo pasas fuera, más deseas volver… aunque no sabes cómo hacerlo. Hasta que finalmente ya no te adaptas a ningún sitio».  Y es que Amos es un Ulises de la frontera, un hombre sin hogar que deambula por las praderas inmerso en una ciclópea búsqueda que dará sentido a su existencia. Por otro lado Martin Pauley es una especie de pupilo de Edwards y tiene un rol parecido al de Sancho Panza en El Quijote, es quien aporta sensatez a la obsesión de Amos y quien le acompaña en esta bajada a los infiernos que es penetrar en estos territorios inhóspitos, dos jinetes que se echan a cabalgar por los caminos sin un rumbo fijo persiguiendo a sus fantasmas, llevando una existencia trágica y, como en la Odisea, deseando volver al hogar. 

Mientras que en la novela de Alan Le May hay una violencia más explícita y cruda que en la película y que jalona toda la obra, el ataque a la granja de los Edwards se narra con todo detalle y no escatima en escenas truculentas, como cuando los comanches amputan un brazo de Martha para jugar con él, por su parte Ford construye una historia para contar los temas que a él le interesan e indagar en la condición humana y en la que se sugiere más de lo que se quiere mostrar a base de muchas elipsis, sin renunciar a ciertas dosis de violencia pero introduciendo también ese costumbrismo fordiano que nos muestra el lado más humano de sus personajes. Y es que tras ver la película de John Ford es imposible leer la novela y no imaginar a Amos Edwards con el rostro y los ademanes de John Wayne o los paisajes de Monument Valley que tan bellamente fotografía Ford.

Aunque la novela de Le May deba gran parte de su pervivencia a su parentesco con el elíptico film de John Ford, lo que es innegable es que Centauros del desierto es un western que ofrece una buena historia llena de violencia, crueldad y aventuras. Aunque es un error común hacer juicios de valor entre la película y la obra en la que se basa, pues son medios diferentes con su propia idiosincrasia, no cabe duda de que todo aquel que haya disfrutado con esa obra maestra incontestable que es la película de John Ford, disfrutará también con la novela que expandirá aún más la historia ofreciéndole al lector otras perspectivas y un final distinto, menos poético y  desazonador que el de la película, pero del mismo modo trágico y emocionante.

(Fragmento)

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Constantino Cavafis

 

Ficha técnica:

Título: Centauros del desierto

Título original: The Searchers

Autor: Alan Le May

Traductora: Marta Lila Murillo

Número de páginas: 368

Editorial: Valdemar

Año: 2014

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