Reseña | «Las aventuras de Solomon Kane» de Robert E. Howard

En el primer tercio del siglo XX en Estados Unidos surgió un fenómeno literario que podríamos llamar la edad de oro de la literatura pulp. Durante esta época proliferaron las revistas literarias en las que, por un precio irrisorio que oscilaban entre los 10 y los 25 centavos, se podían leer los relatos de, los hoy clásicos, H. P. Lovecraft, Clark Ashton Smith, August Derleth o Robert E. Howard, entre muchos otros. Revistas como Adventure, Argosy, Black Mask, Horror Stories, Dime Detective, Amaizing Stories, o la mítica Weird Tales, podían mantener esos precios populares y llegar a más gente a cambio de pagar poco y mal a los escritores y de utilizar un papel barato, la pulpa de celulosa (en inglés pulp), que pronto el continente dio nombre al contenido, pasándose a denominar a este tipo de literatura pulp o pulp fiction.
Generalmente estas revistas publicaban historias enmarcados en géneros y subgéneros que la alta literatura de la época solía dar de lado: ciencia ficción, terror cósmico, el western, noir, la espada y brujería… El exotismo, la violencia, la sexualidad (latente o más o menos explícita para la época), la aventura, el misterio o el terror y una narrativa en el que la acción eran algunas de las señas de identidad del género pulp, junto al uso frecuente de arquetipos como la damisela en apuros, el científico loco, la femme fatale, y a las sugerentes portadas de ilustradores como Margaret Brundage o Virgil Finlay originaron un producto atractivo para el lector que buscaba una lectura emocionante y divertida para sus ratos de esparcimiento.
En agosto de 1928 aparecería en la revista Weird Tales la primera de las aventuras de Solomon Kane, Sombras rojas (Red Shadows). El texano Robert E. Howard había parido a uno de sus héroes más célebres (puede que el más popular tras Conan), pero a diferencia del cimmerio, que vive en la ficticia Edad Hiboria, Howard situó a Kane a finales del siglo XVI y principios del XVII, vagando por Europa y la inexplorada África, enfrentándose al mal en todas sus formas con la única ayuda de una espada ropera, una daga, mosquetes y la vara de Salomón.
«Solomon Kane era un hombre alto y delgado; su rostro pálido y sombrío y sus ojos profundos y soñadores parecían aún más siniestros por las austeras ropas de puritano con que gustaba vestirse.» Casi al inicio de Calaveras en las estrellas (Skulls in the Stars) a Howard apenas le hacen falta unas líneas para darnos la descripción tanto fisica como psicológica del puritano y mantener el misterio entorno al personaje; con pocos elementos construye a su personaje y el lector lo arma en su imaginación y va llenando los huecos que el autor deja a medida que Kane actúa.
Del pasado de Solomon Kane poco sabemos, únicamente los escasos e indeterminados datos que Howard nos ofrece aquí y allá, el resto está envuelto en un halo de misterio que le da más fuerza al personaje; tampoco sabemos qué motivó ese vagabundeo por el mundo y esa sed de justicia, que parece más una penitencia para expiar una culpa que una convicción.
Como otros héroes howardianos, Solomon Kane actúa impulsivamente, dejando la razón en un segundo plano, él es un hombre de acción que se mueve en un mundo hostil donde la más mínima vacilación puede costarle la vida y su alma; así, Kane se enfrenta con fanatismo y determinación a enemigos de todo tipo de pelaje, desde piratas berberiscos, hechiceros a monstruosos seres alados, para proteger al débil o, simplemente, acabar con el mal que habita en la tierra.
El puritano visita África varias veces por diferentes motivos, allí conoce a N’Longa, un hechicero africano que le entrega la vara de Salomón (que le será de una gran ayuda) y que será lo más parecido a un amigo que Solomon Kane encuentre en el continente negro. A pesar de moverse en un período histórico que puede serle más o menos familiar al lector, al ser el continente africano terra ignota en las fechas en que están ancladas las aventuras del puritano, Howard da rienda suelta a su imaginación para fabular y plagar estos relatos de elementos sobrenaturales, extrañas razas y civilizaciones primigenias extintas hace milenios, jugando así, el autor texano, con el exotismo, la fantasía y la aventura tan característicos del pulp.
El recorrido editorial que Robert E. Howard dio a Solomon Kane fue bastante corto, solo se publicaron siete relatos en la revista Weird Tales entre 1928 y 1932, pues pronto Howard abandonaría las andanzas de este puritano inglés y su fanática lucha contra el mal, dejando inconclusos varios relatos, y se centraría en un personaje que le era más querido y que obtuvo mayor fama: Conan de Cimmeria. Pero la fascinación por Kane no cesó, y décadas después de la muerte de su autor, se publicaron algunos relatos inéditos y otros inconclusos fueron terminados por otros autores; también se convirtió, al igual que Conan, en personaje de cómic (que sería otro interesantísimo tema para otra publicación el devenir de Solomon Kane y otros personajes de Howard en el cómic) e incluso, con peor fortuna, tuvo una adaptación cinematográfica en 2009.
En España son varias las recopilaciones de las aventuras de Solomon Kane, pero si hay una que recopila toda la producción literaria que Howard hizo sobre este sombrío puritano inglés esa es la que la editorial Anaya en su colección Ultima Thule en 1994 (hoy descatalogada). Aquí con edición y traducción de Javier Martín Lalanda se recopilan los relatos, fragmentos y poemas que Robert E. Howard dedicó a Kane. Es una edición muy cuidada, con una breve introducción y con unos apéndices muy interesantes donde recoge la variante del poema El regreso al hogar de Solomon Kane, todos los poemas en el original inglés y algunos mapas.
El aspecto más discutible de esta edición puede ser que Martín Lalanda se toma la licencia de terminar los fragmentos dejados por Howard (dejamos al criterio de cada uno si los acabó con acierto o no), pero, con un buen gusto impecable, marca el lugar donde acaba Howard y donde empieza él, dando la oportunidad al lector de terminar la lectura donde se quedó el autor texano o seguir la aventura como el editor la ha imaginado. También es interesante señalar que al final de estas historias incluye resumidas las terminaciones de J. Ramsey Campbell y G. Zuddas hicieron de estos relatos.
Por último, resulta interesante señalar que en 2010, Astiberri Ediciones publicó una edición ilustrada por David Rubín con traducción de León Arenal para su colección de Clásicos Ilustrados. Aquí Rubín realiza cuarenta y dos ilustraciones de Solomon Kane para los ocho relatos que Robert E. Howard concluyó, y es por tanto una edición que se complementa muy bien con la que hizo Anaya en 1994.
Ficha técnica:
Título: Las aventuras de Solomon Kane
Autor: Robert E. Howard
Traductor: Javier Martín Lalanda
Número de páginas: 426
Editorial: Anaya
Año: 1994
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