Reseña | «Zeroville» de Steve Erickson
Uno de los momentos más estimulantes del cine norteamericano de los últimos cincuenta años fue la irrupción de aquella generación de cineastas salidos de universidades como UCLA. Estos directores eran cinéfilos y aprovecharon las enseñanzas de los grandes directores como John Ford, Howard Hawks o Alfred Hitchcock, a la vez que incorporaron influencias de la nueva ola del cine francés y europeo o de la Contracultura, además de nuevos temas y técnicas cinematográficas, a una industria en crisis.
Steve Erickson es un novelista norteamericano autor de obras como Días entre estaciones (Days Between Stations, 1985) o Las vueltas del reloj negro (Tours of the Black Clock, 1989). Es considerado como uno de los grandes novelistas de su generación y su obra ha sido alabada por otros escritores como a Neil Gaiman o Haruki Murakami, lo cual no es moco de pavo.
Zeroville, una novela sobre aquellos excitantes días de eclosión cinematográfica y cultural. Ike Jerome, alias Vikar, un extravagante estudiante de arquitectura que llega a Los Ángeles con el cráneo afeitado y un tatuaje de Montgomery Cliff y Elizabeth Taylor en Un lugar en el sol (George Stevens, 1951) en la parte posterior de la cabeza y que se muestra torpe en sus relaciones sociales, rayando cierto grado de autismo. Una vez en Hollywood comienza a trabajar montando escenarios pero pronto conocerá a Dotty Langer una editora que le enseñará a montar películas y le presentará a Vikingo (trasunto del director y guionista John Milius), que le bautizará como Vikar y ejercerá una importante influencia en Jerome a lo largo de la novela.
Esta novela de Erickson es una sátira sobre el mundo del cine de la década de los 70, muy en la línea obsesiva del cine de Milius, Paul Schrader o Martin Scorsese, en ocasiones onírico, cuando no lisérgico, moviéndose entre el surrealismo y el realismo mágico, y contiene, además, un humor ácido con ecos a La conjura de los necios (A Confederacy of Dunces, John Kennedy Toole, 1980). Formado por 454 fragmentos de diversa extensión, Erickson, en un alarde de erudición hace alusión a cientos de personas ligadas al mundo del cine, hace referencias cinéfilas y cita infinidad de películas. Esto hace de Zeroville una gozada par cualquier aficionado al cine dispuesto a sumergirse en el juego que Erickson propone al lector y desgranar todas estas referencias y también pone de manifiesto la vasta cultura cinematográfica de su autor.
Algunos personajes de la novela tienen algunas características reconocibles en otros personajes ficticios o de la vida real, por ejemplo, Ike Jerome parece construido con retazos de Ignatius J. Reilly —¿las iniciales serán casuales? Ignatius J./Ike Jerome—, Travis Bickle y de Paul Schrader, un ser entre alienado, autista y asocial que se mueve torpemente por el Hollywood de los 70, casi por pura inercia. También el personaje del ladrón parece estar inspirado en Burma Jones, también personaje de La conjura de los necios, o al menos a mí me recordó bastante. Del mismo modo que, como ya se ha mencionado más arriba, no trata de esconder, aunque no se cite explícitamente su apellido, que Vikingo es el cineasta y guionista norteamericano John Milius —que también inspiró el personaje paródico de Walter Sobchak en la mítica El gran Lebowski (The Big Lebowski, Joel Coen, 1998)— o que en aquel joven cineasta que Vikingo llama sardónicamente «Hitch» se puede reconocer sin esfuerzo alguno a Brian De Palma.
Dicho todo esto, Zeroville es una novela que se devora a una velocidad de 24 fotogramas por segundo. Su lectura es apasionante y, al menos en su primera mitad, es colosal, aunque desde mi punto de vista va perdiendo algo de fuelle e interés en su segunda mitad cuando se interna en la cultura punk y viaja a España a montar El viento y el león (The Wind and the Lion, John Milius, 1975). No obstante, la valoración final es muy positiva y considero que es de lectura obligatoria para cualquier cinéfilo interesado en el cine de los años 70, aunque es cierto que la abrumadora cantidad de referencias cinematográficas pueden desorientar a los no iniciados. A los que disfrutaron de Moteros tranquilos, toros salvajes de Peter Biskind este libro es un caramelo con el que disfrutarán y les hará preguntarse ¿es el cine una extensión de la vida o es la vida una extensión del cine?
En 2019 se estrenó la adaptación cinematográfica de Zeroville dirigida y protagonizada por James Franco. Una adaptación incoherente e insípida que no capta el espíritu de la novela ni contagia al espectador el mismo entusiasmo por el cine que se respira en la obra de Steve Erickson. Aunque en su descargo hay que admitir que no debió ser fácil adaptar Zeroville. Franco no logra repetir el éxito de The disaster artist y ofrece un producto decepcionante y sin alma. Lo que en la novela es brillante e hilarante en la película se vuelve vulgar y ridículo que deja al descubierto un guion paupérrimo, una puesta en escena acartonada y las carencias de una dirección un tanto desnortada. Este material en manos de los hermanos Coen, por ejemplo, con un guion más ácido e irónico y un reparto mejor escogido podría haber resultado una comedia negra emparentada con la genial Barton Fink en lugar de la anodina adaptación que firma James Franco.
Ficha técnica:
Título original: Zeroville.
Autor: Steve Erickson.
Traducción: José Luis Amores.
Número de páginas: 332.
Editorial: Pálido Fuego.
Año: 2015.
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